La obra de Conti es una muestra de ese humor absurdo e inteligente del que fue un genio y figura. Conti fue uno de los grandes de Pulgarcito. Su humor fino, inteligente y absurdo significó un soplo de aire fresco en la historieta de la España de la posguerra. A traves de su más celebrado personaje, El Loco Carioco, nos estuvo diciendo que la realidad puede ser más irreal que la propia irrealidad. De un mundo a otro sólo media una formulación más o menos racional.
Pulgarcito (1921), con el comienzo de la Guerra Civil en 1936 significó el estancamiento, al igual que el de la historieta en general, de su evolución hasta el final de la guerra.
Una vez acabada la Guerra Civil poco a poco va trasluciendo el principio de lo que será una época dorada en cuanto a su aceptación, que se prolongaría hasta que, a mediados de los años 60, la televisión empezó a irrumpir masivamente en los hogares españoles y modificó muchos de los comportamientos de la población. Para ello, a partir de 1947, contrata un equipo de jóvenes historietistas ya experimentados y disfruta de los servicios de un hombre clave dentro de la publicación: Rafael González Pulgarcito es una ráfaga de aire fresco. Es un canto a las libertades y una sonrisa delante de las desgracias y penurias en los momentos difíciles de la posguerra. Los personajes más admirados, los más populares y queridos de los lectores.
En ocasiones el mérito de llegar primero no cuenta a la hora de hacer balance y medir los progresos de la historia, o se da el caso de obras punteras que, con el devenir de los años, vienen a ser ignoradas o menospreciadas como si no hubieran existido nunca. Podría ser el caso, es difícil saberlo a ciencia cierta, de El loco Carioco, el personaje creado por Conti para la revista.
¡Todas los tebeos en el franquismo son iguales!
Este comentario, acompañado de miradas de desprecio, es el que sufrimos la mayoría de las veces aquellos que como nosotros confesamos nuestro interés en este controvertido género historietístico. Si bien es cierto que todas los tebeos en el franquismo están concebidos con un mismo fin, el de entretener al lector, no es en absoluto verdad la creencia de que habiendo visto uno los has visto todos. Dentro del universo del tebeo en esa época existió un grupo de profesionales que se esforzaron por darle un cierto aire de dignidad a una parcela del ocio vilipendiado universalmente (pero de la que casi todo el mundo ha hecho uso al menos una vez). Gracias a ellos los aficionados podemos dejar de esconderemos y de sentirnos como una especie de analfabetos y ridículos.
Parece que, hoy más que nunca, los lectores de tebeos están urgidos por encontrar alguna clave que ayude a comprender, o al menos sobrellevar, una realidad a veces más cercana a los seres monstruosos de la historieta moderna que a los trazos estilizados de las viejas revistas.
Conti
Estas líneas pretenden ser un pequeño homenaje a uno de los autores más significativos del genero en nuestra posguerra, y que hasta ahora ha estado en un guetto del que pretendemos, con estas líneas, que vaya saliendo. Pero sobre todo el motivo de estas páginas es agradecerle a Conti todos los momentos de placer que nos ha dado leyendo sus historietas
Conti retratado en "El inverno del dibujante" de Paco Roca.
Ganarse el pan
Finales de los 60
El nombre de Conti va unido al efervescente transcurrir, en los años cuarenta/cincuenta, de la revista Pulgarcito. La obra de este autor viene a desembocar en un tipo de historieta delirante, en un modo de narrar lleno de chispas en las que parece refocilarse haciéndonos disfrutar con sus personajes, sus situaciones cómicas, sus agudas alternativas. Fue la época dorada del humor gráfico porque luchaban por sortear la censura.
Ganarse el pan
A pesar de las muchas distancias, sino temáticas, si estilísticas existentes entre Escobar, Peñarroya, Cifre y Conti, existe una suerte de "link" que los une y que, de alguna forma, los hermana. Dibujaron en parte gracias a la necesidad expresiva que hay en todo autor pero, por sobre todas las cosas, dibujaron para ganarse la vida. Y aunque ninguno de ellos tuvo pretensiones de trascendencia, la obtuvieron.
Vistas en perspectiva, las primeras historietas del dibujante adolecen de cierta indefinición, como si Conti todavía no hubiera decidido que sobre que clase de cosas y cómo deseaba dibujar. No menos cierto es que la particular habilidad de Conti para construir veloces e inteligentes viñetas ya estaba presente en sus primeras historietas, una característica no muy evidente en la obra de algunos de sus coetáneos.
El dibujo de Conti es sencillo, pero eso forma parte del encanto de sus historietas, que son de lo más irreverentes y cachondos de la historieta española. Un autor, quizá, carente del glamour de algunos de sus coetáneos, pero sobrado de ingenio, mala leche y franqueza.
El humor inteligente despierta sonrisaLa sonrisa es lo que produce el humor más inteligente y la carcajada suele producirse por el humor más disparatado. La carcajada dura un segundo, la sonrisa puede durar hasta un minuto y si el chiste es muy inteligente, a medida que lo va entendiendo se va prolongando esa sonrisa y la gente lo disfruta más y el humor de Conti es un humor disparatadamente inteligente. Ojalá la historia de la historieta llegase a guardar el recuerdo de la obra de todos los profesionales, técnicos y colaboradores que dieron vida a la Editorial Bruguera y hoy permanecen ignorados.
Desgraciadamente, en los últimos años parece haberse desarrollado una tendencia común en todo el mundo, y es que de forma casi global, las revistas infantiles con tebeos han sido sustituidas por revistas de videojuegos o de clubes televisivos.
La edad de oro, Conti y el Loco CariocoUna vez acabada la Guerra Civil poco a poco va trasluciendo el principio de lo que será una época dorada, en cuanto a su aceptación, para el tebeo que se prolongara hasta mediados de los años 60, debido a la irrupción la televisión en los hogares españoles.
Pulgarcito, a partir de 1947, a cuyo frente se encuentra el que fuera un hombre clave dentro de las publicaciones de Bruguera: Rafael González, contrató a un equipo de jóvenes historietistas, que convirtieron a la revista, a pesar de la censura Franquista imperante en aquel entonces, en retrato social de la época.
Carpanta; El Repórter Tribulete; Don Pío, El Loco Carioco, Las hermanas Gilda, Zipi y Zape, Casildo y Doña Urraca, se convertirían prontamente en los más populares y admirados personajes de la revista.
Si la prensa y las revistas populares reflejaban la historia oficial del país, en Pulgarcito se ofrece la otra cara, la oficiosa, la del pluriempleado, las colas, los abarrotados tranvías, el estraperlo, los nuevos ricos, el hambre, etc., y paradójicamente era una revista infantil. En una época en que la censura impedía hablar de ciertos temas, Pulgarcito, a través de sus personajes, aprovecha para hacer una crítica a los estamentos sociales, sus historietas reflejan una realidad.
Hoy, desgraciadamente, el tebeo es el único medio de comunicación de masas que ha dejado de serlo: se ha convertido en minoritario, desplazado de las prioridades infantiles y adolescentes por la televisión, la consola o cualquier otra cosa.
Pulgarcito forma parte de nuestras lecturas infantiles y adolescentes, publicación, que a mi juicio no se le ha dado la importancia que merece. Por lo que desde estas líneas, insto a plumas más preparadas que la mía, conseguir un tratamiento riguroso y serio a la gran obra que se debe realizar y no se ha hecho hasta el día de hoy. Que tiempos aquellos en que a los tebeos eran conocidos como tebeos y no cómics.
Los 50 y 60
Los años 50 y 60 fueron los de oro de las revistas o tebeos infantiles y juveniles. De por aquél entonces -o unos pocos antes- son las ya históricas: "Pulgarcito", "DDT", y "Tío Vivo", todas ellas editadas en Barcelona. En todas ellas encontramos al grupo de historietistas de Pulgarcito, son los: Cifré, Peñarroya, Escobar, Conti, etc. De la que podríamos denominar como "la vieja guardia", el estilo de las historietas de Conti son, quizá, más que criticas, más personales e irreales. Con un grafismo deliberadamente sencillo del que hace uso, y que está dotado de una gran expresividad, convierten su lectura en algo intemporal que permanecerá vigente más allá del período en que fue concebida.
En un país en el que como señala Carlos Giménez, se follaba con prisa, con hambre, con rabia, con desprecio, con odio, e incluso se follaba con desgana. Y en el que la mayoría de veces ni siquiera se follaba, leer a Conti no era únicamente el camino hacia la risa prolongada, sino también volver a recordar unos modelos gratificantes de estar en este mundo ahora malparado. Mucha confusión y enredo, diversión, gracejo, coña, risas y mucho buen hacer.
En esos años, Conti, se perfiló como un historietista maduro y sobrio, perfecto conocedor de los resortes del medio de expresión en el que trabaja y consciente de sus limitaciones y sus virtudes.
El análisis cronológico de su carrera, deja las puertas abiertas a un interesante análisis tanto estético como temáticos.
Conti es, por derecho propio, un clásico. Si nos remontamos al 40/50 y recordamos aquella etapa confusionista de posguerra donde algunos autores se empezaban a soltar la melena, vemos que sobresale con luz propia "El loco Carioco", personaje que nunca jamás se ha ido del todo de la mente de los aficionados. Y los años han pasado y Conti sigue ofreciéndonos, cada vez que le volvemos a leer, jugosas y sustanciosas páginas que llevarnos a los ojos … Tanto si has oído o no hablar de él en tu vida. El Loco Carioco nos propone un mundo delirante en que todo parece deba ser excesivo. En el mundo del Loco Carioco todo tiende al exceso, al delirio y por supuesto a la risa.
El loco Carioco fue un personaje que contó con numerosísimos adeptos. Para algunos, entre los que me incluyo, las historietas de Conti están íntimamente relacionadas con el despertar de mi pasión por los tebeos. A través de sus aparentes sencillas páginas, aflora sin duda el mundo dislocado de la posguerra, pero por encima de él sobrevive en sus páginas todo un mundo de esperanza.
Conti fue uno de los mejores colaboradores de la revista Pulgarcito. Narrador excelente, humorista completamente pasado de rosca, su obra constituye una colección de despropósitos y ataques al buen sentido. El Loco Carioco ejemplifica las características del autor: un argumento cercano al surrealismo, un personaje delirante en su esforzada caricatura de lo cotidiano, con unos diálogos, en ocasiones, aparentemente absurdos.
A pesar de que la historieta de posguerra estuvo marcada por las tutelas de carácter religioso y por la instrumentalización partidista, falta de libertad de expresión, que caracterizó la dictadura franquista, Conti formo parte de aquellos autores que no cerraron los ojos a la realidad circundante y con todo el disimulo que se quiera, reflejaron en el tebeo las carencias y malestar existentes en la época. Retrataron a la sociedad que les rodeaba, una sociedad grotesca y caricaturizable. En esos años la historieta española, consiguió unos techos de calidad que es imposible relegarla al olvido, por ello seguimos intentando preservar del olvido aquellos tebeos de posguerra, que son un autentico legado. De aquel tebeo popular sin pretensiones surgieron verdaderas obras maestras.
Finales de los 60
Comienza a finales de esta década una decadencia del tebeo derivada de los nuevos medios y los cambios en los modos de vida de los españoles, así como de una censura más restrictiva. Los tebeos se hacen menos críticos, lo que conlleva el paulatino abandono de aquel afortunado humor, que en años anteriores, siempre actuó como desengrasante contrapunto distanciador, de puente entre lo oficial y la realidad. Es también cuando Pulgarcito sufre un cambio de estilo importante, se deja de hacer el típico chiste hinchado, el sistema antiguo de Bruguera en la que había que esperar a la última viñeta para que hiciera gracia.
1969 supuso un cambio fundamental en la línea de la editorial Bruguera, abandonando las historietas de una página (a lo sumo una doble) y pasando a ocupar varias. Este formato se mantendría posteriormente en todas las revistas de la editorial, donde una generación de nuevos autores había irrumpido con fuerza.
Manuel López
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