Artículo escrito por José Miguel Domínguez Leal y procedente del blog "La memoria métrica".
Una de mis mayores aficiones de niño era la lectura de tebeos. En la época (años 70) existía la costumbre de cambiar tebeos ya leídos por otros nuevos que te ofrecían en las tiendas. Recuerdo que una de mis frases favoritas de entonces a mi madre cuando ésta iba al mercado era: "tráeme un tebeo". Mis tebeos ocupaban una alacena entera, y uno de los momentos más traumáticos de mi infancia fue cuando mi madre me dijo que había que vaciar la alacena, pues nos mudábamos de piso, y no había sitio para tantos tebeos (no era verdad, pero mi madre era una de esas personas que, por afán de limpieza, arramblan con todo de tiempo en tiempo). Me ví en el trance de hacer una selección de lo que había allí, para salvarlo en dos bolsas de plástico. Lo de Salomón o lo del juicio de los libros de caballerías en el Quijote me pareció un juego de niños: me despedí de los ahora tan valorados cómics-libro de la editorial Vértice, con sus aventuras en blanco y negro del Hombre Araña, el Hombre de Hierro (prefiero esas traducciones al uso de los originales Spiderman, Iron man, pues me dejan un regusto circense y, consecuentemente, melancólico, que me parece congruente con estas ficciones), Namor, Dan Defensor (Daredevil, ahí la censura resultaba un tanto estúpida), mis tebeos del Jabato, el Capitán Trueno, etc. Una de las pocas cosas que salvé fue mi colección desemparejada de El Guerrero del Antifaz.
Todavía me pregunto por qué lo hice. Era entonces muy popular la serie de Manuel Gago, reeditada en color por la Editorial Valenciana. Por ejemplo, en el colegio existía el juego del "hombre inmóvil", en el que tenías que quedarte totalmente quieto cuando alguien acaba de decir aquello de "El Guerrero del Antifaz, sin reír sin hablar, que se quede como está, cuando yo diga ya".
Yo fui también un niño precozmente "progre" (no quise hacer la Confirmación), y, al escuchar que el Guerrero era un tebeo franquista, dejé de comprarlo (de hecho, sigue siendo un cómic "maldito", ya definitivamente condenado por el llamado "multiculturalismo" en boga, y una de sus más estúpidas emanaciones: la Alianza de Civilizaciones). Esas tonterías no me duraron mucho, y me pudo el afán de seguir las aventuras del Enmascarado, y volví a comprarlo. Pero, entretanto, había perdido la oportunidad de adquirir gran cantidad de números, que sólo pude encontrar parcialmente (A veces tuve incluso sueños en los que adquiría nuevos ejemplares). Luego comencé a leer "alta literatura", y me olvidé de los tebeos, aunque ya no me desembaracé de los que había acumulado.
Hace algunos años descubrí una página dedicada a este personaje, http://garaje.ya.com/guerrero55/index.htm, creada por Mariano Bayona y Dolors Cabrera. Me sumergí en esta completísima página, con la oculta esperanza de saber lo que había sido de algunos de los personajes de la serie que aparecían o desaparecían en mis tebeos dispersos: los hermanos Kir, la Mujer Pirata, don Luis, el capitán Lorenzo, Fernando, Sarita... Puede parecer hasta ridículo, pero el descubrir que la Mujer Pirata (enemiga y enamorada del Guerrero) había sido asesinada por otros piratas me hundió momentáneamente en una profunda desazón y tristeza, como a quien revelan un doloroso secreto de familia que conmueve los cimientos de su identidad. Me sentí por unos instantes trasladado a un pasado inubicable, en el que sí hubiera podido encajar y cobrar sentido esa revelación; a un territorio perdido de la infancia donde quizás esa noticia hubiera operado algún cambio, no sé, o tenido algún sentido. Siempre estamos a vueltas con nuestra infancia, venía a decir Rilke, y ese Guerrero, con todos sus defectos y virtudes, está entreverado con mis recuerdos infantiles de una manera misteriosa. En los simplistas fondos de sus viñetas quizás me empeñaba en ver un horizonte de redención para mi cobardía y timidez, y un modelo de heroísmo con el que poder siquiera soñar.