...Y terminamos el repaso al estudio sobre el Guerrero publicado en Bang:
JERARQUÍA SOCIAL
Eso de que todos los hombres son iguales es una falacia completa en el mundo de nuestro héroe. Si algo define a estas relaciones sociales, como corresponde al mundo que retratan, es la absoluta, total e irremediable desigualdad entre los hombres y mujeres.
La primera división es la que se establece entre nobles y plebeyos, la cual condiciona todas las demás. Es curioso observar como todos los protagonistas son nobles y que los que no han nacido aristócratas, como le sucede a Fernando, el escudero del caballero enmascarado, son finalmente asimilados y recompensados con la hidalguía. El hecho de estudiar una colección popular y sin pretensiones intelectuales nos permite creer en que este hecho sea espontáneo y no premeditado.
Después de esta separación entre nobles y plebeyos, y casi inseparable de ella, está la distinción entre soldados y ciudadanos pacíficos. Siguiendo una doctrina muy en boga en la época, parece que sólo se puede ser monje o soldado y que las demás opciones son degradantes o sucias. Aquí sólo algún viejo o inválido, algún comerciante o labrador deja de empuñarlas armas. El máximo honor está en la lucha y todo lo demás, en comparación, no vale nada.
En el fondo de esta actitud está, por supuesto, el desprecio de la inteligencia y de las facultades espirituales o intelectuales. En el mundo que se nos propone en las páginas de estas aventuras, cada hombre vale en la medida en que sepa luchar, en que sepa imponerse sobre los otros con las armas o con los puños. Nunca hay una apreciación de la astucia o de la inteligencia desligada de actividades bélicas.
Sin pretenderlo, los autores han elaborado una apología descarada y total del machismo ibérico, y han glorificado actitudes muy discutibles. Esta apología está templada, en cierto modo, porque los protagonistas carecen de bravuconería y no utilizan su fuerza para oprimir o torturar. Si es cierto que el enmascarado es capaz de despacharse solito a docenas y docenas de enemigos, sin dar un momento de reposo a su aguerrido brazo, también lo es que no se le ha contagiado el gusto por la sangre ni la satisfacción por el dolor ajeno.
Esta dominación de los padres sobre los hijos, especialmente sobre las hijas, está muy marcada en varios momentos de la colección, y es uno de los más poderosos motivos de la intriga. Por supuesto que esta intervención tampoco es gratuita y se corresponde con fidelidad, con ciertas realidades.
RACISMO
Como corresponde a unas aventuras desarrolladas en una tierra donde conviven pueblos de distinto origen, podría esperarse una mentalidad racista e intolerante. Sin embargo, el racismo no aparece por parte alguna, dicho sea en honor de la verdad (2). Existen árabes malvados –muy, muy malvaos-, pero también los hay bondadosos y honrados, todo lealtad y limpieza de miras. No se pueden encontrar rastros de intenciones malévolas, de situaciones o conductas traídas para desprestigio de los musulmanes. Muy al contrario, se podrán reprochar muchas cosas a estas historias, pero no es posible llamarlas racistas o maniqueas. La maldad y la bondad se encuentran bien repartidas entre los dos bandos en litigio, aunque los “buenos” sean, a veces, una pizca mejores de lo esperado, y los “malos” se distingan por una excesiva dosis de malignidad y vicios.
CONCEPCIÓN DE LA MUJER
La intervención de la mujer en las peripecias del Guerrero, bien como protagonistas sucesivas o como figuras secundarias, es decisiva. Ningún hecho, ninguna situación o problema se explicaría de no contar con la mujer, omnipresente bienhechora o ser malo y perverso. Desde la condesita Ana María y la madre del héroe, continuamente aparecen nuevas mujeres rubias, morenas, castañas, pelirrojas, de las más diversas y lejanas razas y costumbres, doncellas de damas nobles, favoritas de reyezuelos, mujeres pirata, reinas de países ignotos y damas de diversa extracción.
Estas mujeres que cruzan su destino con el virtuoso Guerrero pertenecen a los más diversos temperamentos y cataduras morales y todas –salvo escasos ejemplos- tienen una gran belleza física, muy parecidas entre sí, casi reducidas a un modelo único, con variaciones convencionales, de acuerdo con los rasgos imperantes en los modelo de belleza de los años cuarenta, con escasas alteraciones en el colorido de los cabellos y el vestuario. La cualidad que reúne a todas salvo contadas excepciones, es el estar perdidamente enamoradas de la apostura y gentileza del caballero del antifaz, el cual parece estar dotado de un atractivo erótico irresistible, pese a su máscara perpetua, o quizás, a causa de ella.
EROTISMO
La presencia de la mujer nos lleva, directamente, a la concepción erótica disuelta en todas las escenas, diálogos y tratamientos. Pese a las censuras de todo tipoy a la autorestricción de los autores, era inevitable la erotización masiva de la serie. Este carácter, auténticamente significativo en cuanto a la época en que nació la colección, se manifiesta en mil detalles, tanto literarios como gráficos. Algunos vestuarios femeninos son increíblemente avanzados, si pensamos en el tiempo en que fueron dibujados y en el público que se destinaba.
Todos los avances están marcadas por un ansia irrefrenable de posesión, y, a la vez, por una represión lacerante, desgraciadamente muy típica. Las relaciones hombre-mujer en las páginas de esta aventura son una muestra triste de represión sexual. Los enamorados llegan, en muy contadas ocasiones, a aproximarse, mirándose a los ojos, e, incluso, a cogerse las manos, pero nuca, jamás, se besan o acarician y, mucho menos, pueden llegar más lejos. Siempre hay un obstáculo inesperado que impide al reyezuelo lascivo, el único personaje que carece de principios, consumar sus apetencias con la jovencita inerme que acaba de arrebatar a sus padres o al prometido.
El Guerrero del Antifaz es aún más firme en sus actitudes morales. Rechaza sin violencia las insinuaciones de las mujeres guardando fielmente las ausencias a la condesita.
Todo esto nos remite a un estado de cosas en la sociedad española de la época filtrado en los cuadernos sin apenas disimulos ni sublimaciones. Las relaciones interindividuales que podemos encontrar en estas aventuras son tristes, traumatizantes y tortuosas, por no decir perversa.
La colección del Guerrero nos ofrece un muestrario completo de tipos femeninos desde este exclusivo ángulo de mira, de los que son resumen la mujer pasiva, prototipo idealizado, conformista y totalmente rechazable, representación de la vida “buena “ y “normal”, cendal de leve espuma que atesora todas las virtudes, y la mujer posesiva y sin pudor, que usa de los hombres, sádica y torturadora, que, al final, encuentra su justo castigo, pero no por la mano justiciera del héroe (obligado por una galantería convencional, a perdonar a la mujer, aunque fuera mala), sino por el destino implacable que dispone siempre a tiempo algún abismo inesperado o algún pozo lleno de trampas.
El erotismo, al no tener un objetivo simple y directo, al verse continuamente amenazado, se refugia –como en tantas creaciones artísticas de alta y baja calidad- en un tortuoso conjunto de alusiones y sugerencias, en imágenes y exhibiciones que permiten la única posesión legitimada siquiera sea parcial, la visual. De aquí la continua aparición de harenes, favoritas, doncellas que se ven obligadas cambiarse de ropa, etc., etc.
HOMOSEXUALIDAD
La pareja caballero-escudero, que tanto se presta a ser analizada bajo este punto de vista, no presenta más que un par de ocasiones bastante ambiguas, donde se pudiera suponer un punto de convivencia íntima (3). Es más lógico pensar que los escasísimos ocios del Guerrero y Fernando, se empleen en dormir y pulir las armas. Respecto a las ocupantes de los harenes, más propicias a juegos atrevidos, es muy posible que se dediquen a sutiles labores propias de su sexo y las lecturas de las obras completas del Profeta.
VIOLENCIA, SADISMO Y MASOQUISMO
Naturalmente sólo caben dos posturas: o nos dedicamos al amor o hacemos la guerra. Si el amor está negado, la guerra es cómoda y fácil. La realización humana a través de la pelea, el asesinato legal y la sangre, encuentra aquí una ejemplificación perfecta. El destino de los hombres es matar o ser muertos, embriagarse de sangre y muerte, enterar sus deseos insatisfechos en la pelea, repetida un día y otro.
Es curioso destacar que el encarnizamiento que pone el Guerrero en perseguir a Alí-Kan se enlaza con un complejo de Edipo, -sin resonancias cultas, por supuesto, y, por eso, mucho más interesante- que le aguijonea sin cesar.
De la violencia al sadismo o masoquismo –según los gustos- no hay más que un paso, que se recorre con frecuencia. Los “buenos” suelen preferir el masoquismo, revestido de virtuosidad, los”malos” optan por el sadismo, más cómodo y efectivo. Los verdugos, -funcionarios responsables y necesarios- tienen un papel muy amplio. En algunos momentos las torturas llegan a alcanzar un refinamiento tal que harían las delicias de algún sobrino espúreo del divino marqués.
GUIÓN, DIBUJO
A los cuadernos del Guerrero se les podrán criticar muchas cosas, pero no la incoherencia ni la gratuidad. El guión y los dibujos están inseparablemente unidos y complementados, rara cualidad en un arte, donde el divorcio entre espléndidos guionistas y malos dibujos, o al revés, es la regla común.
La calidad literaria de los guiones solía ser mediana, pero sin faltas ortográficas ni rotulación descuidada. Quizás abunden excesivamente las columnas explicativas y los textos de apoyo, pero los diálogos suelen ser oportunos, ajustados a la acción y, en algún momento, alcanzan gran brillantez.
DIBUJOS
Manuel Gago, sin llegar a ser nunca un artista de primera clase logró muy pronto –en poco más de medio año- poseer un estilo hábil y eficaz, de gran poder sugestivo, pese a su rudeza. Asimiló muy bien influencias muy diversas –Alex Raymond y Freixas, especialmente-, fusionándolas en un estilo propio, directo, sin preciosismos, muy apto para la ejecución rápida para la urgencia inaplazable de los talleres de grabado y las imprentas que no admiten demora. Este dibujante proporcionó a la juventud española de los años cuarenta unos prototipos físicos que tuvieron –tienen- honda influencia. Su estilo se caracteriza por la inmediatez, por la sencillez técnica, plumilla y pincel para los fondos y negros, por la simplicidad de soluciones, por la ausencia de documentación. De ahí su sabor “pop”, su modernismo, su ingenuismo, que hubiera envidiado el ilustre aduanero Rousseau.
Una serie de rasgos característicos han quedado como ejemplares y han influido, todavía, a artistas contemporáneos. Hasta él, nadie en España había destacado la musculatura masculina. (Freixas, uno de los autores que le inspiraron, había dado especial relieve a la apostura física, prestando especial atención a las características musculares, pero en un clima de idealismo que contrasta con los rasgos materiales, destacados por Gago). Por supuesto, que detrás de esta concepción artística, hay unas actitudes psicológicas y valores, cuyo análisis no podemos hacer aquí.
Manuel Gago se caracterizaba por una especial facilidad para planificar sencillamente, sin alardes, pero con eficacia, en la más pura tradición ingenuista, en las antípodas del academismo imperante en la época, con una frescura imposible de mejorar, ausente e contaminaciones culturales. Por supuesto, sería inútil buscar primores de montaje y de ritmo, que estarían fuera e lugar en el “estilo” de la colección. Es una pena que Gago perdiera la fuerza creadora y se encerrara (ya desde 1948-49) en un conformismo rutinario que nunca abandonó. Al menos durante dos ó tres años, 1945-48, su labor marcó toda una época del tebeo español y levantó una legión de seguidores. Su iconografía personal, sin embargo, era muy limitada, y las soluciones fáciles y corporales pasaban de un personaje a otro con mínimos cambios. Sus creaciones posteriores “Purk, el hombre de piedra”, el “Libertador”, el “Espadachín enmascarado”, mucho menos acertadas, no son más que repeticiones de la galería de tipos del Guerrero.
Las mujeres, igualmente, se reducen a una categoría visual única, esbelta, elegante, convencionalmente bella, con rasgos sexuales bien diferenciados, escasamente andróginas.
El ambiente arquitectónico, los animales, los objetos, están mucho peor resueltos, pero sin estridencias. Llega a elaborar un mundo visual propio muy cerrado y definido, inconfundible y curioso. No se puede decir lo mismo de muchos artistas gráficos.
CONCLUSIÓN
El tiempo ha convertido esta creación en un verdadero clásico de nuestra literatura popular y de la imagen. En estas pistas, donde todavía queda mucho por profundizar y desbrozar, queda claro, espero, que existen suficientes elementos de interés como para asegurar un atractivo en la lectura, desde luego muchos, muchísimos más que en la literatura “seria” de aquella época, que ya nadie recuerda y que nació ya muera.
(1) Para tener un conocimiento general de la situación del tebeo en España, consúltese “Apuntes para una historia de los tebeos”, 3ª parte, en Revista de Educación.
(2) Los mozárabes y el intercambio cultural entre moros y cristianos no parece en ninguna e estas historias, lo cual quizá se deba a desconocimiento, más que a propósito consciente de silenciar su existencia.Después de terminado este trabajo leo en el libro de Ramón T. Moix, Los cómics, arte para el consumo y formas “pop” Llibres de Sinera, Barcelona, 1968, varios párrafos en los que intento demostrar la presunta homosexualidad entre los dos colaboradores, pero, además de varios errores graves, en la cita, me parece totalmente gratuita.