jueves, 26 de marzo de 2009

El Halcón Trovador 2


Si ayer comenzábamos con la presentación del personaje llevada a cabo por Manuel Gago Quesada, hoy terminamos con un artículo firmado por Manuel López. Ambos artículos referidos a El Halcón Trovador son complementarios ya que el primero trata sobre todo, de las circunstancias vitales que rodearon al autor de esta obra y el segundo analiza con más detalle el argumento y el estilo de la misma.

El Halcón Trovador

El Halcón Trovador, obra póstuma de Manuel Gago y que fue finalizada por su hijo, M. Gago Quesada, es quizá el único trabajo que el autor pudo realizar sin sufrir las trabas de la censura a la que estuvo sometido por las autoridades del Régimen anterior, y aún las del propio editor.

La desaparecida Editorial Valenciana, siguió ejerciendo una ridícula e hipócrita acción censora en las Nuevas Aventuras del Guerrero del Antifaz, hasta el extremo de obligarle a transformar al monje Cicuta en un suplantador que se hace pasar por inquisidor, quedando así a salvo tan excelsa institución.
El Halcón Trovador fue concebido por el autor como una serie de fascículos de dieciséis páginas cada uno, en episodios no conclusivos; Manuel Gago tenía intención de publicarlo en la única editorial que él fundó: Ediciones Isval, en 1979.

El verdadero leitmotiv de la saga no es otro que presentarnos las aventuras amorosas del Halcón Trovador, de quién todas cuantas féminas se cruzan en su camino quedan prendadas de sus irresistibles encantos, deseándolo ardorosamente y no cejando hasta llevárselo al lecho para gozar de sus atributos, no haciendo éste ascos a ninguna beldad, ya sea plebeya o dama de alta alcurnia. Con la lectura de El Halcón Trovador se nos hace patente la irónica parodia del cómic erótico “made in Italia” que se venía publicando por aquellos años, quizá como desquite de los muchos años en los que tuvo que inhibirse de lo que verdaderamente hubiera deseado contar.

Sinopsis
En la Hungría de la Edad Media donde los señores feudales tenían a sus vasallos subyugados y atemorizados por medio de injustos y despóticos inquisidores, es donde transcurren las aventuras de Diekog Klaus, “El Halcón Trovador”, joven apuesto y dotado de una envidiable capacidad para seducir a cuantas mujeres se cruzan en su camino. Ninguna logra evadirse de sus encantos, todas ellas acaban sucumbiendo a su simpatía y atractivo por lo que en más de una ocasión debe salir por piernas de un pueblo o villorrio ante la furia de un marido o novio burlado.

Junto a la caravana de gitanos que le recogieron siendo niño, vuelve al condado donde se crió con el ánimo de vengarse de ulios Dimitri, Gran Inquisidor, y del Duque Boskof quienes condenaron a su padre a la hoguera. A su entrada en la ciudad Diekog se topa con Rosko, compañero de la infancia, quien resulta ser el líder del grupo revolucionario que pretende terminar con la tiranía del Duque ulios Boskof y sus inquisidores, el cual trata de, recordándole lo acaecido con sus padres, atraerlo a su causa, tras un encuentro con un oficial inquisidor, y ya en el domicilio del líder revolucionario, éste le presentará a su esposa Kornelia, quien resultará ser una antigua compañera de juegos de nuestro héroe, y que siempre ha estado enamorada de él. Finalmente Diekog llevará acabo su venganza no si antes haberse acostado con Kornelia, con la esposa del Duque y cuanta mujer se cruza en su camino.

Si a las relaciones hombre-mujer mostradas se las ha acusado de ser éstas de un sublimado amor platónico, visto a través del prisma deformado de mentes reprimidas y enfermas que abogaban por la eliminación del atractivo sexual, llevando la caballerosidad, el respeto, el honor y el cariño, a tales extremos de integridad moral, que se confunde con algo aberrante propio de seres asexuados, en El Halcón Trovador Manuel Gago, en socarrona pirueta, que se evidencia incluso en los nombres dados a los personajes, nos presenta unas relaciones hombre-mujer en las que no existe amor sublimado ni platónico, nos presenta unas relaciones de seres sexuados para los que no cuenta ningún tipo de integridad moral, seres para lo que únicamente cuenta la satisfacción sexual.

Gráficamente nos encontramos con el mismo estilo que el de Las Nuevas Aventuras del Guerrero del Antifaz, con un lenguaje narrativo que es exponente claro de lo que fue llamada la Escuela Valenciana, sin intelectualismos, sin complicaciones, si se quiere con un cierto maniqueísmo, que hace que los malos sean muy malos y los buenos muy buenos, pero que consigue atrapar al lector.
Habrá sin duda alguna, como en toda obra de Manuel Gago, quienes harán otra lectura. El Halcón Trovador es una obra intranscendente y desenfadada en la que su verdadero valor intrínseco radica principalmente en ser una de las escasísimas obras inéditas de este autor. Suponemos que esta vez tampoco tendremos paciencia para anotar las descalificaciones absurdas, contradictorias, vulgarmente ofensivas y tan poco serias que pronunciaran un grupo de diversos críticos, que descalificaran cuanto hemos dicho.
Por tanto el lector debería reflexionar. ¿Sobre qué? ¿Sobre lo que ha dicho cada uno y sobre quién tiene razón?

Seamos serios, en la inmensa mayoría, pese el bombardeo de palabras de gloriosa exaltación o de radicales descalificaciones, nos dejamos llevar por aversiones o por simpatías, por prejuicios, por emociones o por fidelidades

Manuel López

Como curiosidad final una breve reseña de la obra publicada en el Diario de Avisos de Santa Cruz de Tenerife el 6 de Junio de 1993.

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