Los lectores de aquellos años acudíamos a la Risa en busca de personajes que, junto a otros, nos ayudaron a paliar la miseria cultural de un país hundido en la estulticia oficialmente programada por la dictadura. Fue nuestra muralla protectora
Está comprobado que abundan los lectores y especialistas en historieta literatura que subordinan, que sólo valoran en una obra sus aspectos histórico-sociólogos y que jamás analizarían a un autor o publicación fuera de esas premisas. A La Risa le han endilgado los peores lugares comunes del género. En algunos casos, esas aseveraciones riñen con la verdad y carecen de objetividad.
¿Por qué? ¿Hay algo de malo en preferir a La Risa frente a Pulgarcito? De la misma manera que se puede escoger entre Jaimito y Pumby, o entre Paseo Infantil o Nicolás. Con ello no pretendemos decir que La Risa nos guste más o menos que las otras citadas, todo lo contrario y, en este sentido, comparar a La Risa con Pulgarcito (por ejemplo) puede resultar un ejercicio peligroso (por decir lo menos) y, en este caso, sólo nos queda la hidalguía de reconocer las notables diferencias que van desde una a la otra en los intereses temáticos de cada publicación. En Pulgarcito el carácter lúdico de sus historietas esconde -sin embargo- una visión amarga de la mayoría de los temas que tocan en coherencia con su contenido (dificultad por establecer relaciones sexuales, crisis de la pareja, enfrentamiento generacional...) De alguna manera, hizo escuela. Mientras que la comicidad en La Risa fue una de las cartas triunfadoras de esta publicación desde sus primeros años. De los filmes de policías y ladrones de la Keystone a las peripecias cómico-patéticas de Chaplin, o las aventuras y desventuras de Laurel y Hardy fueron el ingrediente esencial de La Risa.
La Risa, en esta su segunda etapa, se sustentó en Emilio Boix, creador indiscutible y genio de la historieta cómica cuya influencia marcó la posterior carrera de muchos de los humoristas de nuestro tebeo.
A quienes le siguieron, y a todos ellos, están dedicadas estas páginas. Algunos de los más grandes historietistas cómicos de nuestros Tebeos. Muchas gracias a todos por los momentos tan felices que nos habéis hecho pasar.
Hoy la mayoría de estos autores se han retirado o han desaparecido, sería el momento de hacer un repaso a todo un estilo de hacer tebeos que generó un gran movimiento social y económico a su alrededor. Desgraciadamente en nuestro país, la historieta no es considerada cultura.
Nuestro gobierno (nuestros dirigentes, en realidad) debieran comprender la importancia de la historieta como medio de aprehensión más inmediata de toda una época, y difundir nuestra riquísima historia tebeistica.
Evidentemente, todo ese riquísimo material está casi perdido. Ignoramos si las Bibliotecas Nacionales que suelen tener como misión guardar ejemplares de todo lo publicado cuentan con hemerotecas de este género. Pero en general el material que era propiedad de editoriales que han cesado se ha perdido. Aquel que era muy valioso y redituable seguramente se ha vendido a Europa. Hasta la invención de la fotocopia de calidad los dibujantes solían perder para siempre sus trabajos
Pero, más allá de la conciencia de esta evidente popularidad del tebeo en el contexto de nuestro país durante el período de anteguerra, poco o nada se ha avanzado hacia la comprensión global del papel jugado por aquéllos pioneros de la historieta española.
Una vez más, nos hemos dejado llevar por las mil y una divagación sobre lo que debiera y sobre lo que es. Así que vamos a retomar el tema que motivaban estas líneas.
La Risa 2ª época
Una de las peores cosas que puede pasarle a cualquier publicación es tener que luchar contra unas expectativas preconcebidas. Algo así le sucede a "La Risa", que inevitablemente carga con la rémora de la comparación con "Pulgarcito o Nicolás", con las que compartió dibujantes.
Sin embargo, aunque las posibles coincidencias con "Pulgarcito y Nicolás" existen, no es menos cierto que "La Risa" es capaz de conseguir. "La Risa" es un tebeo interesante, mantiene un ritmo sostenido y guiños al cine mudo que constantemente apelan a los lectores
Se ha dicho que cuando todo el mundo crítica un tebeo hay que desconfiar y cuando todo el mundo elogia un tebeo hay que desconfiar. Y aunque no es la primera vez que traemos a colación esta perogrullada tampoco será la última mientras nos ocupemos de tebeos como La Risa, que si bien no es un tebeo perfecto, si que es una buena tebeo, pero no ha tenido demasiada buena prensa
Dicen algunos estudiosos que «lo popular» es una fábula. Bien intencionada y todo pero fábula nada más. Aún hoy a pesar de las trastabilladas, todavía se pueden descorrer cortinas amables hacia la ventana de lo popular, melancólico si se quiere, pero que a veces reconforta.
No pretendo, y eso es obvio, volver a unas raíces peligrosamente museogficas. La crisis de identidad nacional de nuestra historieta es más grave y no se cura con patriotismos nostálgicos. Los tebeos actuales requieren de dosis de criterios y critica, saber apropiarnos de lo global sin diluirnos en la coca cola.
Atrás quedan, para siempre, los años gloriosos de unas historietas en las que ¡Ni están todos los que Son, ni Son todos los que Están!
Al hablar del contenido de un tebeo sin adquirir plena conciencia de que lo que todo tebeo exhibe es, para decirlo de algún modo, pecar de la mayor ingenuidad; es suponer que la realidad que exhibe el tebeo es un recorte de la "realidad"
Por todo lo antes dicho, analizar con pertinencia un tebeo requiere hablar de su lenguaje -tanto como, por ejemplo, hablar de la novela requiere del conocimiento reflexivo de la lengua escrita- de sus posibilidades significantes, de sus vericuetos, de sus alcances y sus convenciones. Todo discurso analítico sobre el tebeo debe comenzar por preguntarse, con detenimiento, cómo está constituido su lenguaje.
De Emilio Boix ya nos hemos ocupado en alguna otra ocasión por lo que me limitare a subrayar que las historietas de E. Boix, no pierden nunca de vista el objetivo principal de hacer reír.
La historieta aquí reproducida, es un compendio de las virtudes de Boix. En sólo unas viñetasconsigue reunir una serie de gags de lo más conseguidos. Todas las historietas de Boix, admiten ser disfrutadas en diferentes niveles, la puesta en escena y una estructura narrativa que justifica la inclusión de los disparates más delirantes.
Humor blanco pero inteligente
Fue en el semanal "La Risa" donde nacería Bob-Ayna y Patacón, personajes que se conformarían como unos de las mejores de la revista y cuyas aventuras solían ser una sucesión gags visuales. Las aventuras de nuestros protagonistas, ofrecen al lector mucho más que una página humorística o un chiste verbal y visual. En sus páginas se busca y se halla una acción trepidante, de un ritmo cinematográfico, siempre adornado con ese humor tan peculiar del autor, un humor blanco, sano, inocente. Se trata, pues, de una obra cercana al absurdo y de una sencillez narrativa claramente surrealista que encaje perfectamente en el dominio lingüístico del lector de cualquier edad.
Emilio Boix se mueve en ese terreno con pasmosa agilidad durante años y años, produciendo cientos de ilustraciones dinámicas, que se mueven entre el gag simpático, la emoción del riesgo, un bello romanticismo, y el exquisito cuidado por el detalle.
Muy adecuado a este tono general es el grafismo de Martínez Osete, (que se hizo cargo de los personajes), claro, sencillo y atractivo, con abundantes gags con acertados logros visuales. Son las virtudes de una aparentemente sencilla linealidad. Una sonrisa ingenua, y trasnochada si se quiere, es la que nos ofrecen ahora aquellas viejas historietas de Bob-Ayna y Patacón, de indudables aciertos estéticos, ello sin descuidar el endiablado ritmo narrativo que Boix/Martínez imponen a las aventuras de sus protagonistas, siempre moviéndose de aquí para allá, puestos al servicio de la imaginación y del deseo del puro disfrute utilizando hábiles y eficaces, recursos.
Bob-Ayna y Patacón, dos soldados de las fuerzas de los Estados Unidos que se ven en las más insospechadas situaciones. Frente al dinamismo, locura y endiablado ritmo de E. Boix, Martínez Osete aportó una comedia mucho más pausada.
Atrás quedaba una época dorada; Editorial Marco no será capaz de superar la competencia que supone Bruguera lo que conllevó el cierre de la Risa, despidiéndose, ésta, del quiosco con más pena que gloria. La Risa no supo adaptarse a las situaciones cambiantes de los gustos juveniles pero, indudablemente, forma parte irrenunciable de nuestro patrimonio cultural colectivo.
Volviendo la vista atrás
La vida de cualquier persona está llena de momentos intranscendentales, que no implican un antes y un después relevante, ni tan sólo un mínimo cambio en ningún aspecto. Lo aceptamos como una realidad ineludible y, aún que de forma individual cada uno de estos momentos parece que no nos aporta nada, al cabo de los meses, quizá de los años, en conjunto y cuando lo vemos con tanta perspectiva como sin prejuicios, descubrimos que sí que han sido sucesos que nos han condicionado de alguna manera. Una de las épocas más llenas de momentos estúpidos es la adolescencia y, paradójicamente, también es un pozo donde, posteriormente, sacaremos muchas facetas de nuestro carácter.
Volviendo la vista atrás, surge una de los más agradables momentos de aquella adolescencia: la lectura de tebeos. Reconozco que siento admiración por los tebeos posbélicos y que me duele que los niños y adolescentes no lean más que mangas y superhéroes, es decir tebeos que no son ni españoles ni europeos, donde pienso que existe una mayor variedad temática y estilística.
La Risa es un tipo de tebeo que alegró la vida al lector, que nos hizo pasar muy buenos ratos, especialmente con Bob-Ayna y Pat-Acón, personajes que solían desencadenar una serie de situaciones graciosas que conseguían arrancarnos una carcajada sana, de aquellas que tanta falta nos hacían en aquellos tiempos.
Juan Martínez Osete
Muchos autores que hace unos años eran conocidos y reconocidos por el aficionado, hoy en día tienen el nombre y la obra llena de polvo porque han estado abandonados a la desmemoria. Se podría creer que el grado de olvido es proporcional a la calidad de su obra, pero seria caer en un grave error aplicarlo a un autor como Juan Martínez Osete, quien fuera uno de los autores preferidos del aficionado de los años 50/70.
El hecho de heredar los personajes de Emilio Boix sin que se nota, se ha de tener en cuenta como una magnifica muestra de la categoría como historietista de Martínez Osete, quien sin renunciar del trazo que le caracterizaba desde sus inicios, fue depurando su estilo hasta llegar a un grado de perfección formal muy elevado. Los personajes de Emilio Boix marcaron una inflexión importante en la trayectoria artística del autor.
No es un autor de temáticas rebimbombantes, ni de escenografías exageradas. Coges un tebeo, lo hojeas, y no encuentras ninguna viñeta espectacular. Por contra, observas que todo está en su sitio, perfectamente equilibrado, sin disonancias. Este es el más importante valor de Martínez Osete: su capacidad para mover con naturalidad sus personajes.
El dibujo puede parecer simple, infantil, pero estamos delante de un autor con una gran capacidad de síntesis y con un gran talento humorístico, que dibujó regularmente durante décadas. Las aventuras bélicas de Bob-Ayna y Pat-Acón de Martínez Osete, son unas de las historietas más hilarantes de la época, con unos gags excelentes fruto de un buen guión (muchos de ellos de Carlos Bech).
Manuel López
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