Memorias de mi infancia
El franquismo fueron dos ojos
vigilantes, atentos a cualquier desajuste
Como
señala Manuel Valero, siempre había alguien al lado que te vigilaba. Todos eran
vigilados y en todos arraigaba esa turbia sensación de saberse escrutados. Se
vigilaba en las Iglesias, en las escuelas, en las fábricas, El niño vigilaba,
el cura vigilaba. En los cines se vigilaba… No faltaban ojos y oídos y lenguas
ruinosas que barriesen la jornada laboral para informar luego que ni un sólo
operario se había saltado el Fuero del Trabajo.
En
los paseos, un traje de pana ambulante cruzado en bandolera por una cincha
sobre la que iba prendida una chapa ovalada, vigilaba aburridamente que la vía
pública fuera transitada conforme a los cánones de las buenas costumbres. A la
llegada del tren hombres camuflados
husmeaban el trajín de viajeros, quienes suben, quienes bajan, y había
policías a las puertas de los cines en lo que había los grandes besos, las grandes
manipulaciones, en las últimas filas de los cines: pero podía aparecer el
acomodador, enfocar la linterna y mostrar al señor que lo acompañaba: policía
(en cada local solía haber una gente de servicio).
Los
españoles de esos años vivían en una sociedad en la que no se podían tomar demasiadas
decisiones libremente, ya que eran la Iglesia y el Estado quienes determi-naban
en nombre del pueblo. Eran tiempos de miseria y hambre para las clases
populares mientras que los grupos dominantes volvieron a ser los que poseían
riquezas. La dictadura franquista fue un régimen muy autoritario, en el que
imperaba el inmovilismo y el conservadurismo. Un sistema que influía
fuertemente en las relaciones sociales, relegando a las mujeres al papel
tradicional.
En
este estado de cosas el humor, la historieta de humor fue, durante años, un dedo en el ojo del vigilante.
Uno
de esos dedos en el ojo del vigilante fue, sin duda alguna, el de Carlos Conti,
uno de los más sobresalientes colaboradores de la Revista Pulgarcito.
Las
historietas de su más celebrado personaje, El loco Carioco, son o bien las de
un hombre cuerdo en un mundo loco, u un hombre loco en un mundo loco. La locura
y la irracionalidad están siempre presentes en sus historietas.
Muchas
son las historietas que presentan el absurdo como forma de humor. Sin embargo,
El Loco Carioco tal vez aparezca como el ejemplo más claro. El absurdo en las
historietas de Conti se manifiesta por la caricaturización, lo grotesco y el
irracionalismo de la situación de su personaje.
Conti
fue un historietista inteligente que desmontó, a golpe de carcajada la
irracionalidad que se vivía. La risa y la descripción del absurdo ayudaron a
socavar muchos de los elementos de la cotidianidad de la posguerra
Sirvan estas líneas para llamar la atención sobre uno de los historietistas
más interesantes de nuestra historieta. La obra de Carlos Conti contiene
trabajos de valor que cualquier interesado en ese periodo sabrá apreciar, como
expresión artística, como testimonio de cultura, aptitudes y comportamientos
sociales de la época. Por desgracia la obra de este autor es de las menos
reeditadas, debido al conservadurismo de los editores, que les lleva a repetir
una y otra vez los clásicos de siempre o los autores de moda, relegando al
olvido aportaciones tan imprescindibles como las de Conti.
Manuel López
En este enlace podemos acceder a otro trabajo sobre Conti que complementa al que acabamos de leer, también por Manuel López
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