Estudio de información 19-20
En la siguiente sección, incluida en el libro arriba indicado, se analiza el lenguaje gráfico y el estilo utilizado en diversas muestras de distintos estilos y épocas del cómic, para lo cual se muestran viñetas representativas de cada época y autor. Una de las muestras examinadas es una serie de viñetas realizadas por Manuel Gago en el Guerrero del Antifaz.
El Guerrero del Antifaz. Género: Aventuras medievales. Manuel Gago, 1945.
El ejemplo que pueden ver está “remontado” a partir de una página de un cuaderno de aventuras que incluía más viñetas. El “remontaje” es una adaptación de un formato a otro, removiendo las viñetas y yuxtaponiéndolas de modo diferente. En ocasiones, los trabajos están pensados previendo esta necesidad; la mayor parte de las veces – como aquí- es posible gracias a la relativa uniformidad de los tamaños, aunque no estuviera previsto.
Manuel Gago realizó estas imágenes casi al año de comenzar su carrera. Pese a su inexperiencia, y aunque el diálogo tenía tendencia a abundar, su obra es ágil y suelta, con evidentes aciertos, dentro de una tónica modesta y sin pretensiones trascendentes. Su técnica de plumilla es sencilla y eficaz, teniendo muy en cuenta las necesidades de la reproducción, pero demasiadas veces emplea trazos tan finos que se pierden al reducir y también al imprimir en mal papel. Aunque las imágenes hablen por sí mismas, se “doblan” con un texto explicativo e innecesario que se incluye por inercia.
La concepción narrativa, sin embargo, es buena; se busca concentrar en cada viñeta un instante significativo y necesario de la acción, variando el ángulo desde el que está visto el encuadre multiplicando las perspectivas y planos, es decir, la relación de la figura, su mayor o menor tamaño, dentro del cuadro. “Planificación” es el término que se acostumbra a usar para denominar a esta operación que consiste en seleccionar espacios y encuadres diferentes para dar, así, la máxima expresividad con la mayor economía de elementos. Salvo la viñeta cuarta, última de la primera fila, a la derecha, más pobre y ramplona, el resto es muy ajustado y exacto, saltando de una imagen a otra con la rapidez y el dinamismo que exige la expresión del movimiento. Aunque los dibujos sean necesariamente estáticos, pueden componerse las líneas, manchas y sombras; así como los signos auxiliares de la trayectoria, para sugerir un desplazamiento, una colisión (véase las rayas que subrayan el choque de los aceros).
La iconografía es convencional y totalmente imaginada, sin molestarse en consultar documentos de la época, a partir de vestuarios diseñados por Alex Raymond (traje de Flash Gordon en la aventura de la reina y los magos), y Emilio Freixas. Ambos artistas sirvieron de inspiración a Gago, aunque él llegara a desarrollar una línea personal que pronto se malearía por el excesivo trabajo.
La elaboración apresurada de la serie y el destino infantil que inevitablemente debía tener, facilitaron y simplificaron los objetivos. No hizo falta buscar justificaciones realistas, ni ambientar cuidadosamente, ni solventar el problema del bilingüismo entre árabes y cristianos. Pero, muy al contrario, estas aventuras, sin más lógica que la sublimación de los deseos adultos insatisfechos – lo que las convierte en un verdadero filón para los estudiosos-, son las historias más inadecuadas que se pueden imaginar para niños.
Antonio Lara
Manuel Gago realizó estas imágenes casi al año de comenzar su carrera. Pese a su inexperiencia, y aunque el diálogo tenía tendencia a abundar, su obra es ágil y suelta, con evidentes aciertos, dentro de una tónica modesta y sin pretensiones trascendentes. Su técnica de plumilla es sencilla y eficaz, teniendo muy en cuenta las necesidades de la reproducción, pero demasiadas veces emplea trazos tan finos que se pierden al reducir y también al imprimir en mal papel. Aunque las imágenes hablen por sí mismas, se “doblan” con un texto explicativo e innecesario que se incluye por inercia.
La concepción narrativa, sin embargo, es buena; se busca concentrar en cada viñeta un instante significativo y necesario de la acción, variando el ángulo desde el que está visto el encuadre multiplicando las perspectivas y planos, es decir, la relación de la figura, su mayor o menor tamaño, dentro del cuadro. “Planificación” es el término que se acostumbra a usar para denominar a esta operación que consiste en seleccionar espacios y encuadres diferentes para dar, así, la máxima expresividad con la mayor economía de elementos. Salvo la viñeta cuarta, última de la primera fila, a la derecha, más pobre y ramplona, el resto es muy ajustado y exacto, saltando de una imagen a otra con la rapidez y el dinamismo que exige la expresión del movimiento. Aunque los dibujos sean necesariamente estáticos, pueden componerse las líneas, manchas y sombras; así como los signos auxiliares de la trayectoria, para sugerir un desplazamiento, una colisión (véase las rayas que subrayan el choque de los aceros).
La iconografía es convencional y totalmente imaginada, sin molestarse en consultar documentos de la época, a partir de vestuarios diseñados por Alex Raymond (traje de Flash Gordon en la aventura de la reina y los magos), y Emilio Freixas. Ambos artistas sirvieron de inspiración a Gago, aunque él llegara a desarrollar una línea personal que pronto se malearía por el excesivo trabajo.
La elaboración apresurada de la serie y el destino infantil que inevitablemente debía tener, facilitaron y simplificaron los objetivos. No hizo falta buscar justificaciones realistas, ni ambientar cuidadosamente, ni solventar el problema del bilingüismo entre árabes y cristianos. Pero, muy al contrario, estas aventuras, sin más lógica que la sublimación de los deseos adultos insatisfechos – lo que las convierte en un verdadero filón para los estudiosos-, son las historias más inadecuadas que se pueden imaginar para niños.
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